La última táctica dilatoria: El “presidente” golpista Micheletti afirma que el acuerdo necesita la aprobación de la Corte Suprema
Por Al Giordano
Especial para The Narco News Bulletin
30 de octubre 2009
Funcionarios de los Estados Unidos y compañias de medios de comunicación están descorchando botellas de champagne prematuramente, esto relacionado con los reportes sobre un “acuerdo” establecido por los Estados Unidos para devolver el poder (limitado) al Presidente de Honduras Manuel Zelaya, sin embargo, las dos partes que supuestamente han firmado el acuerdo se encuentran en conflicto por lo que éste dice exactamente.
Reuters informa que el “presidente” golpista Micheletti ha accedido a renunciar:
“He autorizado a mi equipo negociador a firmar un acuerdo que marque el inicio del final de la situación política del país” dijo Micheletti el jueves por la noche.
Dijo que Zelaya regresaría al cargo luego de una votación en el Congreso que sería autorizada por la Corte Suprema. El acuerdo exige también a ambas partes reconocer el resultado de las elecciones presidenciales del 29 de noviembre, además de transferir el control del Ejército al Tribunal Electoral.
Si es aprobado por el Congreso, Zelaya podría terminar su mandato presidencial, que finaliza en enero. Lo que no quedó claro es que pasaría con los otros elementos del acuerdo si el Congreso vota en contra de la restauración de Zelaya.
(El subrayado es mío.)
La afirmación de Micheletti, de que una votación del Congreso que restablecería a Zelaya requerirá la autorización de la Corte Suprema es una gran mentira, según una fuente que se encuentra con Zelaya en el interior del refugio de la Embajada de Brasil en Tegucigalpa: “Eso es lo que los golpistas han condicionado pero NO es el acuerdo…La Corte Suprema da su opinión ante el Congreso, pero ésta no es condicionante, pero la clave es que todo esto toma tiempo, tiempo que los golpistas quieren seguir aprovechando.”
Mientras ya existe cierta desconfianza saludable sobre si el Congreso va a cumplir con su parte del negocio y realmente votará por la restauración de Zelaya, que probablemente será mucho más fácil que lo que muchos creen. Dos palabras: Pepe Lobo. El candidato a presidente por el Partido Nacional, Lobo, es líder en las encuestas. Obviamente el quiere que las “elecciones” del 29 de noviembre sean reconocidas internacionalmente. Su partido tiene 55 de los 128 escaños de la legislatura unicameral hondureña, solamente a diez de la mayoría. Hay por lo menos 22 miembros del Partido Liberal que han señalado públicamente que quieren a Zelaya de vuelta como presidente, además de otros 11 legisladores de partidos minoritarios que en su mayoría tienden a estar de acuerdo con el posible arreglo. Frente a esa diversa mayoría, se busca que la mayoría de los 62 miembros del Partido Liberal del Congreso sigan la corriente. No es probable que la votación del Congreso resulte un obstáculo para la aplicación de este acuerdo.
El verdadero problema podría ser la autoritaria Corte Suprema. La invención de una claúsula inexistente en el acuerdo por parte de Micheletti, que requiere la aprobación de la Corte, señala por donde se dirige la táctica dilatoria. Esta es la misma Corte Suprema que llevó a cabo el golpe de Estado el 28 de junio, y la que de alguna forma ha gestionado los asuntos del régimen durante todo el verano y el otoño, al nivel que no sería apropiado o legal en la mayoría de los países. Debido a que la Constitución de Honduras de 1982 es un documento tan autoconflictivo y con muchos artículos contradictorios entre sí, la Corte ha escogido una a una que leyes descarta y cuáles interpreta, a menudo de una pésima forma.
Lo que el verano de 2009 en Honduras ha demostrado es que, las democracias no solo deben preocuparse por los excesos del poder ejecutivo. En este caso, es el poder judicial el que resultó ser el principal y el más peligroso usurpador de la democracia.
Si Micheletti sigue insistiendo que este llamado “acuerdo” necesita la ratificación de la Corte Suprema, entonces espere que este juego se vaya a los tiempos extras antes de que cualquier resolución pueda suceder.
Por otra parte, si la Secretaria Clinton y su equipo de niñeros negociadores mantienen ordenados a tiempo y en línea a los miembros de la Corte Suprema—que refleja un nivel de atención a detalle que no han mostrado durante todo el verano—entonces sí, es probable que éste acuerdo tenga éxito.
El diablo estará en los detalles, y en su implementación. Hasta que quede claro que la Corte Suprema o el Congreso no se interpondrán en el camino, no hay acuerdo.
Y repito: El problema probablemente no vendrá del Congreso, sino más bien de la continuación del verdadero problema de todo el tiempo: la tendencia despótica, arbitraria y antidemocrática de la Corte Suprema Hondureña.
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