Por Frank Jack Daniel
TEGUCIGALPA (Reuters) - Roberto Micheletti, el testarudo político que asumió el poder en Honduras tras el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, está desafiando la presión mundial para restablecer en el cargo a su antiguo aliado y acabar con restricciones a los medios.
Pese a advertencias de Estados Unidos, de la Unión Europea y de gobiernos latinoamericanos, Micheletti parece creer que terminarán por retirar su demanda de que Zelaya -expulsado por militares el 28 de junio- vuelva a la presidencia.
El jefe del Gobierno de facto del país centroamericano está apostando a que la actitud mundial cambie tras las elecciones del 29 de noviembre, que llevarán al poder a un nuevo líder en enero.
Ni Micheletti ni Zelaya pueden participar en la elección, pero el primero, de 61 años, dice que seguirá en el poder hasta entregarlo al nuevo presidente.
"No tenemos miedo a Estados Unidos, ni al Departamento de Estado, ni a Brasil, ni a México, pero le tenemos miedo a 'Mel' Zelaya", dijo el político de cabellos blancos a cancilleres y diplomáticos que visitaron al país la semana pasada.
El golpe disparó una de las peores crisis en Centroamérica en años y creó un dolor de cabeza diplomático al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien ha prometido mejorar las relaciones con América Latina.
Tras el golpe, Obama recortó la ayuda a Honduras, pero algunos líderes latinoamericanos lo critican por no presionar más a Micheletti.
En casa, opositores lo atacan por apoyar a Zelaya y argumentan que el golpe fue legal y que ayudó a contener la influencia regional del presidente de Venezuela, el socialista Hugo Chávez.
Muchos hondureños comparten esa opinión, diciendo que Zelaya ayudó a los pobres pero se acercó demasiado a Chávez. Ahora apoyan al derechista Micheletti, un ex soldado, por enfrentarse a la injerencia internacional.
"Estos son problemas internos de Honduras, los Estados Unidos nos está sancionando (...) cuando lo que hace Micheletti es un beneficio para el pueblo", dijo el entrenador de fútbol Marvin Enríquez.
Entre críticas de abusos de derechos humanos de Amnistía Internacional, el Gobierno aún no ha cumplido su promesa de hace una semana de levantar restricciones a las protestas.
Aparentemente tampoco prevé permitir que reabran canales de TV y emisoras de radio leales a Zelaya, un ranchero millonario que desde hace semanas está encerrado en la embajada de Brasil en Tegucigalpa.
Tras acusar a la emisora de radio Globo y al Canal 36 de TV -ambos pro-Zelaya- de incitar a la violencia y al vandalismo, el viernes el Gobierno de facto publicó una nueva ley que l permite cerrar medios que considera que inciten a la "anarquía".
Frecuentemente la policía y las fuerzas armadas dispersan pequeñas manifestaciones con gas lacrimógeno y balas de goma, y algunos grupos defensores de los derechos humanos dicen que varias personas han muerto en las protestas.
RECHAZO A PRESION EEUU
Negociadores reiniciarán el martes conversaciones para resolver el impasse, aunque Micheletti rechaza la presión de gobiernos foráneos, incluyendo Estados Unidos, el mayor socio comercial del país.
La Organización de Estados Americanos (OEA) dice que no reconocerá las elecciones si no se restablece a Zelaya y se levantan restricciones a los medios y a las manifestaciones.
Pero Micheletti, el hijo de un inmigrante italiano, parece apostar a que la OEA finalmente aceptará la legitimidad del presidente electo.
El empresario de transporte, educado en Estados Unidos, viene de la misma ala conservadora del Partido Liberal de Honduras que Zelaya y se mantuvo cercano al mandatario incluso cuando comenzó a desplazarse hacia la izquierda en el 2007.
Micheletti tenía aspiraciones presidenciales y como líder del Parlamento ayudó a Zelaya a la aprobación de leyes que permitieron a Honduras entrar en una alianza con el izquierdista Chávez.
A cambio, Zelaya apoyó su candidatura en las primarias del Partido Liberal el año pasado. Pero luego de que perdió la nominación, comenzó el alejamiento.
Zelaya fue derrocado luego de una serie de medidas bruscas, entre ellas la expulsión del jefe del Estado Mayor durante un intento de cambiar los límites al período presidencial.
Críticos dicen que quería extender ilegalmente su período de cuatro años, aunque Zelaya insiste en que sólo buscaba consultar al pueblo sobre una posible reforma luego del fin de su mandato, y que no quería prolongarse en el poder.
La rápida condena del golpe por parte de Obama fue un cambio respecto a viejas posiciones de Estados Unidos, que apoyó el derrocamiento de líderes de izquierda en la región.
(Con reporte adicional de Gustavo Palencia. Editado por Silene Ramírez)
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