Envalentonada por algunas señales de que EE.UU. podría reconocer las elecciones del 29 de noviembre aun si Zelaya no es restituido, la dictadura logró escabullirse en los grises del texto negociado, ignorando las presiones.
Menos de una semana; eso fue lo que duró la esperanza en Honduras. Ayer a la madrugada el presidente legítimo Manuel Zelaya anunció, con bronca y frustración, el fracaso del acuerdo que sus negociadores habían firmado con la dictadura de Roberto Micheletti el viernes pasado. Otra vez el régimen de facto había logrado esquivar las presiones internacionales y escabullirse en los grises del texto negociado bajo los ojos del gobierno norteamericano y la cúpula de la OEA. Minutos antes de que se cumpliera el plazo de la medianoche, Micheletti había anunciado la creación de un gabinete de unidad y reconciliación nacional, sin Zelaya ni sus aliados. Los dos miembros extranjeros de la Comisión Verificadora, la secretaria de Trabajo norteamericana, Hilda Solís, y el ex presidente chileno, Ricardo Lagos, no emitieron palabra. El mandatario derrocado había quedado arrinconado otra vez. Sólo le quedaba una movida, romper el acuerdo. “Yo no tengo ya compromiso con el diálogo”, sentenció desde su bunker en el medio de la noche.
A la luz del día, la bronca había amainado dentro de la embajada brasileña y comenzaba a ser reemplazada por la cautela y el formalismo extremo, una cualidad poco común entre los zelayistas. “Entendemos que el acuerdo es letra muerta; fue incumplido por una de las partes. Por eso ahora hemos elevado el tema al seno de un lugar donde sí hay democracia, el Consejo Permanente de la OEA”, explicó a este diario uno de los hombres de confianza del mandatario derrocado, Rasel Tomé. Después de unas horas de sueño, el abogado zelayista hablaba pausado, cuidando cada una de sus palabras. “No existe un presidente electo democráticamente que pueda avanzar y reconocer un presidente electo por una dictadura. Más de 30 personas han sido asesinadas, miles resultaron heridos y la represión continúa. Ningún gobierno democrático puede reconocer eso”, señaló.Más que una afirmación parecía que se estaba autoconvenciendo. En las últimas 24 horas el gobierno norteamericano dio algunas señales de que podría reconocer las elecciones generales del próximo 29 de noviembre, aun si Zelaya no es restituido en el gobierno (ver recuadro). Ayer la voz cantante desde Washington la llevó el vocero del Departamento de Estado, Ian Kelly. “Estamos decepcionados con ambas partes por no seguir este camino bien delineado. Necesitan sentarse y dialogar de nuevo. Deben dejar de hacer pronunciamientos extremos como que el acuerdo está muerto”, aseguró el funcionario, en alusión a la sentencia anunciada por Zelaya ayer a la madrugada.
Kelly fue el primer miembro del gobierno norteamericano que reconoció ayer que la dictadura hondureña tampoco había cumplido con su parte. “Un gobierno decidido unilateralmente no es un gobierno de unidad”, agregó el vocero. Pero sus críticas no afectaron a los golpistas, que ayer se felicitaban mutuamente por haber sido los únicos que cumplieron al pie de la letra el llamado acuerdo de Tegucigalpa-San José.
“Los que rompieron el acuerdo fueron ellos –se apuró a explicar César Cáceres, vocero del régimen de facto–. Nosotros ya anunciamos que se va a integrar el gabinete de unidad nacional.” Pero ayer, más de doce horas después de vencido el plazo del acuerdo, Micheletti aún no había entregado la lista con los nombres de los ministros elegidos ni había programado una ceremonia para tomarles juramento. A la noche, cuando ya era evidente la ausencia de cambios, el dictador propuso postergar la asunción hasta la semana próxima. “Para darle tiempo a Zelaya”, explicó, con un tono gentil, el hombre que consiguió mantenerse en el poder casi cuatro meses y medio.
Según explican en el Palacio de Gobierno, la dictadura tiene planeado seguir adelante con el acuerdo, o al menos con la versión que eligieron de él. “Si el Congreso vota a favor de la vuelta de Zelaya entonces será restituido y encabezará el nuevo gabinete de unidad nacional”, explicó el vocero del régimen de facto. En la embajada brasileña preferían evitar esa opción. “Por ahora lo que podemos adelantar es que se abra el debate dentro de la OEA. Si hay una lección que aprendimos en estos cuatro meses de lucha es que con los golpistas no se puede dialogar, no entienden el lenguaje de la democracia”, señaló el asesor Rasel Tomé.
En los seis días que duró el acuerdo, los zelayistas no consiguieron sellar el apoyo de la bancada del Partido Nacional, la fuerza que responde al candidato presidencial favorito en todas las encuestas, Porfirio Lobo. Según confió una fuente cercana a las negociaciones entre los diputados hondureños, los nacionalistas habrían propuesto restituir a Zelaya más cerca de las elecciones. “De esa manera se aseguran que mantendrán la ventaja electoral que tienen ahora. Hay muchos liberales (Zelaya pertenece al Partido Liberal) que ya adelantaron que no participarán de las elecciones si la democracia no es restituida antes”, explicó el dirigente, quien pidió no revelar su nombre. Lo que aún no está claro es si el mandatario derrocado aceptaría una vuelta sobre la fecha de los comicios.
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