Honduras se ha convertido en un país con profundas grietas y divisiones que día a día se hacen más grandes, un país donde las opiniones sin sentido y sectarias no hacen más que confirmar la falta de criterio de muchos profesionales que ahora tienen acceso a medios masivos de comunicación, profesionales del periodismo que si bien es cierto tienen su propio juicio no deberían por ninguna razón defender causas, más aun las indefendibles, todo esto pone al desnudo la polarización de sectores que manejan la opinión publica en Honduras, la manipulación de la información jamás estuvo tan en evidencia como este último trienio.
Las constantes denuncias por casos de corrupción en el Estado vinculadas a funcionarios públicos en colusión con seudo empresarios y políticos llena de ira y corroen el alma de un pueblo que busca de manera honesta acceder a educación, salud, techo y alimento elementos básicos para la vida, negación de tales derechos profundizan las heridas, mientras la clase dirigente se emborracha de poder y viven en una constante orgia con los recursos del Estado.
Un pueblo que ha tenido que volver sus ojos al cielo como último recurso en busca de justicia divina, “Cuando el hombre busca de Dios en su desesperanza encuentra sosiego y paz”, pero la clase opresora también es dueña de las iglesias que se han convertido en “Mercados de la FE y Traficantes de Almas”, cabe mencionar al filósofo alemán Arthur Schopenhauer que asegura que “Las religiones, como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar”, mantienen a un pueblo engañado y dormido en el oscurantismo de la falsa fe; cuando el Hijo del Padre, vino al mundo fue claro en decir “ Deja todo lo que tienes y sígueme” es donde nuestros líderes religiosos tal aves de rapiña van recogiendo lo dejado por el pueblo viviendo de su miseria.
En las calles prefiero encontrarme con un asaltante que con un operativo de policía, al cabo son los mismos, un país donde la seguridad nacional se ha convertido en propiedad de la clase oligárquica, guarda espaldas de empresarios, políticos y ahora hasta de narcotraficantes, el precepto de “ Servir y Proteger” se les ha olvidado o bien nunca les explicaron que era al pueblo al que debían cuidar, escuchar altos mandos de la policía dejar su trabajo a Dios es irónico, pues será que el Altísimo enviara ángeles a resolver los atroces crímenes que ahora vemos en nuestro país.
Dicea, la Diosa de la justicia tiene sus ojos vendados en nuestro país no como símbolo de la imparcialidad con que se aplica la justicia, sino de la vergüenza de ver los atropellos, adefesios e iniquidades que cometen jueces y fiscales contra el pueblo hondureño absolviendo delincuentes de cuello blanco, que han hecho festín de las arcas del Estado. No queda más que recurrir a la justicia internacional poniéndonos ante el mundo como un pueblo retrogrado y barbárico.
A veces creo que vivir en Honduras, es un verdadero acto de fe, muchos dirán que no soy patriota, pero no puedo amar un supuesto, soy orgulloso de mi tierra, de donde vengo y nada más; Honduras es un pueblo noble, una tierra agradecida llena de riquezas que ha sido saqueada una y otra vez, sin que ninguno de sus hijos pueda elevar un grito de ya basta, los que lo han hecho encontraron la libertad y su pedazo de tierra en una parcela de 0.80 metros de ancho, 2.10 metros de largo y 2.00 metros de profundidad.
Por: Jorge Romero