TEGUCIGALPA.- Ha pasado ya casi un año, pero las huellas que dejó el crimen de su hijo siguen allí y los recuerdos están presentes como si hubiese sido ayer que una mano, que aún permanece bajo la sombra, apagó los sueños de Isy Obed Murillo, el cinco de julio de 2009.
“Este ha sido el año más duro de mi vida, ha sido el año más difícil y de más sufrimiento, (…) porque me arrebataron a mi hijo Isy Obed”, dijo con la voz entrecortada doña Silvia Mencías, al recordar que está a punto de conmemorar el primer aniversario de la muerte de su vástago.
La Resistencia acusó a las fuerzas militares del homicidio, pero estas aseguraron que usaron balas de goma en la represión.
La indignación creció más cuando el Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Ramón Custodio, le dio crédito a ese versión, al grado que muchos repiten la frase con sarcasmo.
Doña Silvia es la madre de Isy Obed Murillo, joven estudiante que fue ultimado en las cercanías del Aeropuerto Toncontín, el día en que el ex presidente Manuel Zelaya hizo su primer intento por retornar al país, vía aérea, después de haber sido desterrado por fuerzas militares el 28 de junio del 2009.
La madre del considerado el primer mártir de la lucha en contra del golpe de Estado, afirmó con lágrimas en sus ojos que después de que su hijo fue ultimado, aparentemente por militares, inició un calvario para su familia.
Mencías confesó que su vida, la de su esposo David Murillo y de sus otros 11 hijos, cambió a partir de ese día, ya que la ausencia de Isy sólo ha podido ser superada “con la ayuda de Dios”.
Recordó que un día después de sepultar a su hijo, su esposo, el defensor ambientalista David Murillo, padre de Isy, fue detenido por agentes policiales que ejecutaron una orden de captura en su contra, según en una notoria persecución en su contra.
LO TILDAN DE VIOLADOR
“Me acusaron de matar a cuatro personas y de violar a dos mujeres, (…) yo era pastor de una Iglesia y como esa noticia salió a nivel internacional, me sacaron… porque decían que yo era el delincuente más grande”, expresó el padre de Isy, muy apesarado al relatar la historia.
“He tenido un vía crucis de dolor que usted ni se imagina, quedé sin trabajo, (…) estuve 37 días preso en Juticalpa (Olancho)”, apuntó don David, quien a su vez expresó que estando en reclusión lo que más temía era que le hicieran algo a sus hijos o a su esposa.
El relato de los progenitores de Isy es desgarrador, ambos expresaron que sus vidas no volvieron a ser las mismas después de la muerte de su hijo y por eso no dejan de ser parte del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), “porque hacerlo sería renunciar a nuestras creencias y a esto que consideramos como un apostolado”, dijo el ambientalista.
Por su parte, doña Silvia explicó que en ningún momento ha pedido a sus demás hijos mayores que abandonen su lucha, “yo les pido que se cuiden, pero no les he dicho que no sigan, porque ahora nuestra lucha es el nombre de mi hijo”, añadió, mientras continuaba llorando.
SE NIEGAN A OLVIDAR
A un año de la muerte de Isy, la familia Murillo Mencías expresó que a estas alturas seguir adelante como si nada hubiese pasado, es algo imposible.
“Somos una pieza importante para que no haya ni perdón ni olvido”, dijo don David, quien confía en que se haga justicia, aunque su esperanza no es precisamente en el campo terrenal, sino en lo divino.
Los padres de la primera víctima mortal del golpe de Estado de junio del año pasado, arribaron a la capital desde una pequeña aldea, jurisdicción de Guayape, Olancho, donde actualmente residen, con el fin de recordar a los hondureños que la muerte de Isy Obed Murillo (19) aún permanece impune.
LA FRASE
“A veces me siento triste e indignada a la vez, porque me piden que olvide los hechos. Una persona normal no nos pediría que ignoremos lo que le pasó a nuestro hijo, (…) no lo deberían decir por respeto”: Silvia Mencías de Murillo, madre de Isy Obed.
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