Que todo quede en familia. Esa parece ser la lógica que ha imperado en algunos gobernantes en América Latina en aras de que el poder se perpetúe entre consanguíneos.
¿El resultado? Las dinastías políticas, o al menos un modelo con ciertas similitudes.
Alberto Fujimori, hoy condenado por violaciones a los derechos humanos, presidió Perú entre 1990 y 2000.América Latina las ha tenido de distinto tipo. Y esta semana, si se cumple lo que indican algunas encuestas, podría encumbrarse una más. La de los Fujimori.
Su hija, Keiko Sofía, puede convertirse el domingo en presidenta si se impone en la segunda vuelta a Ollanta Humala. Su hermano Kenji fue el congresista más votado en la primera vuelta de abril.
Además, Santiago, hermano de Alberto, también forma parte del congreso desde 2006.
Herencia de sangre
Si llegaron hasta ahí, se lo deben en parte a su apellido. Pero, ¿qué hay detrás de este "carácter hereditario" en la política latinoamericana?
El sociólogo peruano Sinesio López Jiménez apunta a la debilidad de los partidos políticos.
"Han colapsado y en la práctica han desaparecido. Los grandes actores son los caudillos. Todo es muy personalista. Y Keiko y Kenji actúan como interpósitas personas del caudillo preso", le dice a BBC Mundo.
"En la práctica es como una dinastía, porque la hija o el hijo, políticamente hablando, no son nada sin el padre. Si están en política es porque lo hizo Fujimori y el buen recuerdo que algunos tienen de él", agrega el investigador de la Universidad Católica de Perú.
López señala otro factor que sirve de catalizador del carácter hereditario de la política: "Es típico que en las sociedades latinoamericanas se vea a la tradición como fuente de legitimidad. Hay experiencia en el manejo de la cosa pública y entonces la gente se apega a esos apellidos".
En la misma línea se expresa el historiador uruguayo Lincoln Maiztegui Casas quien opina que la aparición, y la permanencia, de las llamadas dinastías es "una característica de este tipo de sociedades, muy estratificadas, donde los sectores que tienen el poder económico y social lo trasladan a la política".
El sociólogo e historiador argentino Marcos Novaro prefiere no hablar de dinastías políticas, "es una exageración, no es tan así, los 'herederos' tienen que probar que también tienen legitimidad política”.
"La impresión que tengo es que hay una clase política, que con algunas modificaciones, se ha mantenido en el poder desde los inicios del país", agrega Maiztegui quien destaca el caso de la familia Batlle en Uruguay, que ha dado cuatro presidentes al país, el primero en el siglo XIX y el último a principios del XXI.
"Cuando el país no tiene un sistema sólido, con partidos e instituciones fuertes empiezan los problemas. Y eso, con unas pocas excepciones, es la norma en América Latina", agrega el historiador.
Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas, reconoce que la debilidad del Estado favorece la primacía de lazos familiares y sostiene que en países con partidos políticos más fuertes, como Brasil, Chile o Uruguay, esto no suele pasar.
Mi mujer, la presidenta
Aunque América Latina no es la única región en contar con dinastías políticas, ha dado casos emblemáticos, y puede seguir ofreciendo ejemplos de traspaso de poder entre familiares.
En Guatemala podría haber un cambio de mando entre dos ex esposos.
Álvaro Colom lidera el país desde 2008 y el año que viene debe dejar el cargo.
Ante la imposibilidad constitucional de que un familiar o un pariente postule al cargo, se divorció –en una polémica medida– de su esposa, Sandra Torres, quien ahora tiene vía libre para aspirar a la Presidencia en los comicios de septiembre.
Otra ex primera dama ya coquetea con el poder: Xiomara Castro, esposa del ex gobernante de Honduras Manuel Zelaya, sueña con ser candidata en 2013.
Y en Costa Rica, el hermano del ex presidente Óscar Arias (1986-1990 y 2006-2010), Rodrigo Arias, podría convertirse en mandatario en 2014.
¿Peligros?
¿Qué riesgos conlleva que el poder quede en familia?
"En principio no es algo deseable –dice Maiztegui–, porque las virtudes políticas no se heredan. Pero no me parece necesariamente algo peligroso para la democracia, siempre y cuando actúen dentro de las instituciones".
Novaro, director del Programa de Historia Política de la Universidad de Buenos Aires, opina que no es la situación ideal, "en su versión extrema es ingobernable. Vivimos en países latinos donde se confía poco en las reglas públicas, pero a veces también puede ser eficaz".
BBC Mundo repasa algunos ejemplos de la impronta familiar en la política latinoamericana.
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